Si tenés siempre chocolates encanutados en un cajón es muy probable que los comas más seguido a que si no tuvieran presencia permanente en casa. Me vas a decir que tenés todo bajo control y te autorregulás sin drama, y si es así ¡felicitaciones!, pero debemos advertir los riesgos de quedar rehenes de aquellas comidas que nos rodean todo el tiempo: los alimentos satélites.
Sin ánimos de caerle a esos “premios” o “gustitos” que nos damos, y que en proporciones razonables no complican la salud, es indispensable que estos consumos no se impongan artificialmente en nuestra rutina nutricional.
Ensayemos una analogía.
La Luna es el único satélite natural de la Tierra y con sus distintas fases afecta desde las mareas de los océanos hasta, según diversos estudios, el sueño y algunos comportamientos de los seres humanos. Satelita, repercute y mucho no podemos hacer ante eso. La Luna está siempre ahí.
Como la Luna, que a veces alumbra más o menos en función de si es llena, nueva, cuarto menguante o cuarto creciente, hay comestibles con más o menos luz porque nosotros los “iluminamos” al llevarlos al hogar o al trabajo en nuestros bolsos o mochilas.
A veces también influenciados por las publicidades que nos bombardean en los medios o la vía pública, los alimentos satélites pueden crecer en su influencia como lo hace la Luna pero con una salvedad ¡importantísima! Podemos tomar un rol activo ante estos satélites no naturales.
Cada uno elige qué conservar en casa. Desde galletitas y golosinas en general, hasta fideos, latas o bebidas alcohólicas. Todos esos alimentos son satélites artificiales que por el solo hecho de tener presencia física en nuestro radar, tienen una posición privilegiada ante otros alimentos.
Podríamos optar por conservar frutas y verduras pero (obvio) con menos tiempo. El hecho de ser comidas perecederas las posterga del acopio de largo plazo. Pero el chocolate si no es guardado en un lugar adecuado de temperatura, también se estropea. Así que, no busquemos excusas.
A hacerse cargo de las conservas que elegimos.
Vamos al súper y compramos de más previendo que no va a haber tiempo en esta semana para pasar de nuevo y eso nos termina condicionando simple y llanamente porque ese alimento queda en la alacena.
Estás aburrido y lo comés. Si está lo comemos, si no está no lo comemos.
Es cierto también que la industria y el marketing alimenticio empujan a este tipo de consumos, que encima logra orbitar nuestras vidas a veces con proclamas falsas o engañosas. Por eso debemos desplegar mejores estrategias para que sean las frutas las que orbiten en lugar de las golosinas.
La lógica del “lo quiero ya” y la posibilidad de concretar ese deseo con los kioscos 24 horas junto a la influencia del concepto de la comida rápida o fast-food, consolidan la precisión del satélite para infiltrarse en la soberanía alimentaria de las familias, que aunque no esté físicamente en la casa ¡está allí orbitando! Contra eso, cambiemos la cabeza.
El doc Adro Cormillot se lamenta pero explica y motiva: “La solución va a tener que ser individual. Vos vas a tener que regular ese consumo porque el Estado no lo hará nunca. A ese dron que sobrevuela, a esos satélites artificiales y dañinos, hay que regularlos y desorbitarlos” ¡A desorbitar!
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